Thursday, May 12, 2011

Unidad en la pluralidad

“Ustedes y yo luchamos por la misma causa”.

Carta a los Filipenses 1, 30

(Traducción Palabra de Dios para Todos)

Estas palabras del apóstol san Pablo son muy decidoras en un mundo en el cual la atomización de conocimiento, el individualismo y el egoísmo personal avanzan decididamente. A pesar de ello, el mundo trata por todos los medios de aunar a las personas. De allí que creamos, como humanidad, el concepto de “aldea global”. En ello los medios de comunicación tienen mucho que decir. Sin embargo, en una simple carta, un hombre es capaz de hablar de unidad con una simple línea: “ustedes y yo luchamos por la misma causa”.

Estas palabras son, en la actualidad, a mi modo de ver un gran mensaje para la causa del Evangelio en nuestro país. Todos deseamos que el reino de Dios se extienda, pero las aprehensiones respecto al hecho que no hay una uniformidad en los criterios y las formas hacen que, éste mensaje, se vea impedido de ser más efectivo aún.

Al dar una mirada a la historia del ministerio de Jesucristo, podemos encontrar un relato que habla de esa intolerancia religiosa en sus propios discípulos. Este episodio lo registra el evangelista y médico Lucas (Lc. 9, 49-50). En el, Lucas nos cuenta que Juan, el discípulo amado, el discípulo que será el anciano y que hablará del amor, en ese instante no estaba abogando por la unidad. Lucas nos refiere las palabras de Juan: “Maestro, vimos a alguien expulsando demonios en tu nombre y tratamos de impedírselo porque no era uno de nosotros” (Énfasis personal). Es interesante observar que la razón por la cual Juan y otros discípulos no querían que este exorcista expulsara demonios era simplemente: “…no era uno de nosotros”. En este contexto, debemos comprender que la multiforme gracia de Dios, como dice Pablo, es justamente eso: Multi-formas. Su gracia es manifestada a través de los mensajeros y por lo mismo, cada mensajero que es diferente en sí mismo, deberá, por razones obvias, proclamar la buena noticia de manera diferente. Lo que ocurre a nivel personal, es necesariamente lógico que ocurra a nivel de denominaciones cristianas. Si hay tantas, es porque así también es la forma en que la multiforme gracia de Dios se mostrará al mundo. La luz es necesaria mostrarla, pero si todos están empeñados en tratar que sea “su luz” la especial, terminaremos, como lamentablemente ocurre, apagando aquellas que sí pueden dar un gran resultado.

La unidad en el mensaje de Jesucristo jamás pasó por la uniformidad. Es justamente esta capacidad de Dios y también, a mi juicio, delegada al hombre, hace de la multiplicidad una cualidad extraordinaria para la difusión del mensaje cristiano. Ver las epístolas es un claro ejemplo de ello. Cada uno dio a conocer el misterio de Dios, pero lo hizo de manera diferente. En Pablo encontramos al teólogo-pastor. En Pedro, encontramos al pastor-teólogo. Aunque parezca un juego de palabras, la primera da el énfasis en las epístolas. Pablo anuncia y explica el misterio desde su posición de rabino. Su ilustración es la base de sus cualidades para desarrollar la doctrina cristiana en sus inicios. En cambio el apóstol Pedro, es primero pastor. Es el que sabe de traición y restauración por parte de Dios. Su reflexión es desde el ministerio pastoral para llegar a elementos teológicos profundos. Cada uno en su ámbito fue un pilar en el cual la iglesia naciente pudo encontrar sustento y apoyo para la labor encomendada por su Señor.

Para nosotros, cristianos del siglo XXI, este debe ser un tiempo de reflexión, introspección y análisis profundo. ¿Qué es lo importante en el reino de Dios? Cuando Pablo escribe a los Filipenses dice: "Ustedes y yo luchamos por la misma causa"(1:30) nos hace un llamado a la conciencia. Cuán diferente sería el reino de Dios si todos lo creyentes comprendiéramos que ninguno es "enemigo" del otro sino que todos compartimos el mismo anhelo: que todos conozcan la buena noticia de salvación. En este sentido, el deber de todos, como miembros del cuerpo de Cristo, debe darse en términos de una relación de comunión y apoyo a quienes dedicas su tiempo y vida al servicio de la causa de Cristo. Tu y yo, todos luchamos por la misma causa.

Dios les bendiga