Friday, December 22, 2017

El pesebre como signo de paz



"Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días de se alumbramiento. Y dio a luz a su hijo primogénito, y le envolvió en pañales, y le acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón" (Lc. 2, 6-7).

La imagen que nos presenta Lucas respecto al nacimiento de Jesús es de una modestia sublime. No se gasta en palabras redundantes y grandiosas para describir el nacimiento del Salvador. Sencillamente narra las circunstancias de cualquier matrimonio de la época del primer siglo cuando llega a una ciudad que está atestada de gentes. Obviamente lugar no hay o, al menos, es de difícil acceso por la falta de dinero de la pareja. 

La representación del niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre denota la sencillez con que llega al mundo el Hijo de Dios. Este es el signo de la alegría que se transforma en paz. Es el cumplimento de una promesa divina desde tiempos inmemoriales para el pueblo. Ellos no están conscientes quién es este niño que nace, es simplemente su hijo y, de seguro los padres están felices de buen estado de salud del bebe. Probablemente no están conscientes que los ángeles están proclamando a los pastores el nacimiento del Salvador con toda la gloria que merece el pueblo, quien es el destinatario final de lo que será la vida del que está naciendo.

El pesebre como signo de paz me llama a reflexionar sobre el rol que cumple el pesebre en los hogares de tradición cristiana. ¿Hasta qué punto no ha sucumbido el pesebre a la cultura hedonista de la época actual? ¿Qué significa hoy para esos hogares cristianos el pesebre en su simpleza de alegría y gozo? ¿Tiene alguna importancia el pesebre en los hogares actuales? La respuesta podría ser lapidaria si entendemos que las fiesta de Navidad es sencillamente, en nuestro presente, una fiesta más que reúne a la familia en torno a una cena y regalos.

Los más inquisidores dirán que el 25 es una celebración pagana que se cristianizo al Imperio aceptar como religión oficial al cristianismo. Sin embargo el relato de Lucas nos remite a un tiempo más antiguo sin fechas ni datos históricos sino a una narración simple de lo que debiese ser el sentido del pesebre para los cristianos. Y hago hincapié en lo de cristianos porque en realidad sino se tiene la fe cristiana, no tiene ningún sentido tener el pesebre en los hogares. Para Lucas, que no está pensando en el siglo XXI en que habrá figuritas de todo tipo de materiales representando el nacimiento de Jesús, esta escena es el reflejo de lo que la tradición de los primeros creyentes entendieron como el cumplimiento de la promesa de Jesús. 

Este nacimiento debiésemos mirarlo a la luz del himno que está reflejado en la epístola a los Filipenses que expresa: "Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús; el cual, siendo en forma de Dios, no tuvo por usurpación el ser igual a Dios; sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y hallado en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz" (Fil.2,5-8). En este sentir que manifiesta éste himno cristiano que Pablo coloca en esta epístola a los Filipenses, nos da esa mirada más profunda del pesebre. Ese niño que nace, a las afueras de la gran ciudad de Jerusalén y lejos del Templo y en el sitio menos elegante para un rey, sí se haya esa paz que no se encuentra en los dos lugares anteriores. Simplemente la paz de Dios está en ese niño que nace y es donado por el Padre al mundo para su reconciliación. En ese espíritu, la paz del pesebre es un signo para todos en la época de las fiestas. Buscar y regalar esa paz, es el más sentido de los regalos que se pueden hacer a los seres queridos.

El pesebre y su humildad contrasta con las carreras agotadoras, duras, complejas e incluso agobiantes de hombres y mujeres, de casi todas las edades, buscando el regalo tan preciado para el ser querido pero que, finalmente, carecen de los más importante: la paz interior del compartir junto al pesebre. 

La navidad, fiesta propiamente ya arraigada en la sociedad occidental, no puede dejar de ser una razón para pensar en el sentido de la fe en ese niño que llegará, por amor a los hombres, a la cruz para traer la paz para con Dios. Ese nacimiento es el reflejo de que Dios no olvidó al hombre en su debilidad. Sino mas bien, decidió actuar en favor de los pecadores. 

Disfrutemos de una noche junto a la paz del pesebre, entendiendo que la simpleza de la vida y de lo común a todos es estar junto a  los seres que nos importan y queremos. Los regalos, debiesen ser una anécdota en el proceso. 

Dios le bendiga.