Thursday, February 05, 2015

El gran debate sobre la Educación II.

Por Eduardo Neira M.

Continuando con el tema iniciado el día de ayer, deseo ampliemos un poco más la visión sobre la educación teológica. Un problema que actualmente es transversal y que, a mi juicio, sobrepasa todo lo que el Estado está haciendo en materias de reformas y que dado su visión está en lo correcto; aun cuando pudiésemos pensar que mejor habría sido avanzar en corregir la desigualdad y en mejorar la calidad de la educación pública de manera simultánea.
El problema a que me refiero es a la materia prima que reciben tanto los colegios, institutos, universidades y, obviamente, los seminarios e instituciones teológicas. Esto supone un doble esfuerzo en el quehacer educativo. Nos encontramos frente a una nueva “especie” educativa, (permítaseme éste apelativo), que hacen que educar sea todo un desafío. En ello queda, automáticamente explícita, la pregunta: ¿Qué deseamos formar?
La pregunta que he formulado, es para todo el ámbito educacional. El país como tal, dado el sistema económico decidió formar gentes productivas y competitivas en el mercado. No formó ni pensó, a mi juicio, formar personas, seres humanos capaces de trabajar para ser felices y construir sociedad. Simplemente se limitó a formar “entes” que le dieran al sistema los recursos humanos necesarios para proveerle a los capitales ingresos sustanciosos que, a la larga, los mismos trabajadores deberían adquirir.
Tanto fue así que en materia educativa fue el mismo mercado que hizo profesar a todos nosotros que, cegados por ese anhelo natural de prosperar, compramos el cuento que para ser mejores debemos estudiar hasta que no podamos resistir más el embate de los años, o bien, estemos quebrados económicamente por las deudas adquiridas en el proceso educativo. Pero, finalmente, ¿qué clase de persona hemos formado?
En éste mismo ámbito, el desafío actual es formar personas y, más aún en el quehacer de las instituciones cristianas. En ese desafío está mejorar la infraestructura de las aulas, mejorar las bibliotecas y sus volúmenes, actualizando los libros (no olvidemos que tenemos, en materia evangélica, un retraso de al menos 15 años en las bibliografías) y mejorando las mallas curriculares y los planes de estudio. Ese desafío es constante y nos interpelara siempre hacia la búsqueda de profundizar y mejorara la calidad de nuestra educación.
Sin embargo, aunque todo ello fuese posible pensando en ese ideal, vuelvo al tema inicial: ¿Qué de la materia prima? Creo fervientemente que necesitamos una reevaluación de los estudiantes que recibimos.  Por ello, he aquí una muestra, al menos para generar la discusión de lo que a mi juicio es el actual estudiante de teología que tiene el deseo de formarse en nuestras aulas.
Los estudiantes que recibimos tienen las siguientes características y que complementare con algunas apreciaciones:
a.     Está más motivado por el deseo de aprender que por ejercer el oficio de liderazgo o pastor, en su mayoría.
b.     No tiene, al momento de iniciar sus estudios, claridad del área en que se desea desarrollar. En este aspecto la orientación es clave.
c.      Tiene poco incentivo por la lectura salvo la Biblia que lo hace más por costumbre que por un interés real de comprensión.
d.     Es tecnológico, que tiene en sus manos una herramienta muy potente de información y que, a su vez, será e que evalúe a su profesor instantáneamente pues cuenta con herramientas cibernéticas muy potentes, como por ejemplo el programa “e-sword”.
e.     En su mayoría tiene poca comprensión de lectura y muy mala redacción, dependiendo de estrato socio-cultural que provenga y de la edad (hay casos dignos de admiración).
f.       Un porcentaje de estos nuevos estudiantes es un profesional técnico o universitario que está acostumbrado a la exigencia y que resentirá si un curso es poco motivante en cuanto a contenido, bibliografía y discusión en clase.
g.     Es un estudiante que valora su opinión aun cuando no esté acertado.
h.     No tolera la imposición del profesor. Asume que su profesor sabe, pero prefiere descubrir y discutir sus postulados y pensamientos para crear el suyo propio. Resiste ese dogmatismo radical (lo que debiera radicarse en la Iglesia y en su enseñanza de la escuela dominical).
i.        Asume que un seminario le entregará herramientas para pensar y decidir y no para que sea un autómata que sólo repite ideas preconcebidas dogmáticamente.
j.       Trae una mentalidad global y no local. Sabe lo que cree su Iglesia y lo comparte muchas veces, pero que desea crecer en un conocimiento que le lleve a elevar su espiritualidad.
k.     Utiliza, cada vez más, las redes sociales para habar de su aprendizaje.
l.        Valora a sus profesores cuando estos son cercanos y capaces de mostrarse como son y no los estereotipos. A modo de ejemplo crítico, la corbata no es necesaria para ser un buen profesor, lo es que el maestro sea eso, un maestro con conocimiento de su materia y que esté actualizado en sus conocimientos que le permitan entablar un diálogo crítico y responsable con sus estudiantes.
m.  Valora, además, la posibilidad de opinar. En mi experiencia es algo maravilloso provocar discusiones en clase. Permite crear la tolerancia hacia opiniones discrepantes y desarrolla la seguridad en las opiniones que, el educando en cada oportunidad fundamentara de mejor manera.
n.     Está más comprometido con la acción social. La institución que desee siempre estar a la vanguardia, debe ser capaz de crear una conciencia social y de participación en la sociedad.
o.     Es interdenominacional, pluralista. No tiene problemas de estar con los otros y, muchas veces, comparten problemáticas comunes. Ellos son capaces de superar las diferencias que las denominaciones no han podido.
p.     Es capaz de soportar la rudeza de la exigencia académica siempre y cuando comprenda el porqué de la misma. Cada educando cuando supera su propia medida, aun cuando no sea lo óptimo, se dará por satisfecho porque habrá entendido que ha progresado.
Estos  han sido algunos puntos que dejo para la reflexión y discusión posterior. Hay muchos desafíos que debemos tomar quienes educamos, pero lo principal es comprender el estudiante, la materia prima con sus defectos y virtudes creando siempre ambientes necesarios y motivantes para el desarrollo académico.

Dios les bendiga

Wednesday, February 04, 2015

El gran debate sobre la Educación

El gran debate sobre la Educación.
Por Eduardo Neira M.

Hace ya bastante tiempo que venimos escuchando sobre la necesidad de reformar la calidad de la educación en nuestro país. Todos han participado en el debate: gobierno, partidos políticos, iglesias, padres y apoderados y, evidentemente, los estudiantes. No ha sido un debate fácil y, aun así, hay diferentes posturas y posibilidades. Sin embargo, deseo entrar en un debate que no hemos tenido al interior de las Iglesias ni seminarios, ¿qué de la educación teológica en el mundo evangélico?
El mundo ha cambiado muy rápidamente y, los seminarios han congelado sus mallas y su visión de mundo y, más aún, la visión de a quienes deben formar y cómo deben hacerlo. Si bien es cierto, una de las principales motivaciones de la creación de seminarios e instituciones teológicas fue la de proveerse a sí mismos de sus líderes y pastores para la misión; hoy en día necesitamos, a mi juicio, reformular los programas educativos con un visión más amplia. No sólo formar pastores o líderes, sino formar también pensadores laicos para influir en la sociedad actual a través de una mirada directa y reflexiva, a fin de ser un aporte a la sociedad.
En esta perspectiva, los laicos en la actualidad son un recurso fundamental en la vida de la Iglesia y la influencia en la sociedad. Estamos en el siglo XXI y aunque parezca obvio, las condiciones y desafíos para las denominaciones y para los cristianos evangélicos es cada vez mayor. Aun cuando es comprensible esa necesidad de mantener las doctrinas y visiones de mundo de las denominaciones, estas ya no responden a las necesidades de nuestra sociedad actual que demanda, desde el cristianismo, respuestas a los desafíos y problemas que tenemos en nuestro país.
De allí es necesario enfrentar la formación de teólogos y no sólo pastores que desde una perspectiva crítica puedan abordar las problemáticas actuales y poder opinar a través de la escritura de libros las diversas miradas del acontecer eclesiástico y cotidiano de nuestra sociedad. Cada día aparecen nuevas leyes y avanzamos a una sociedad similar en sus valores a las de la primera época del cristianismo. No es nueva ésta situación y, sin embargo, pareciera que los diferentes actores eclesiásticos rajan vestiduras como si estuvieran pasando cosas nuevas y que no han sido o, al menos, visualizados en el mismo texto bíblico.
 Es un imperativo para los seminarios e instituciones teológicas mirar sus motivaciones y, por sobre todo, visualizar el tipo de laico o pastor, líder o pensador que debe formar para las exigencias del siglo XXI. Las mallas actuales deben promover el diálogo,  la reflexión y el quehacer práctico de todos, no sólo en la iglesia sino también en la sociedad. Esto nos impone a todos los que trabajamos en docencia un esfuerzo por modificar y plantear nuevas mallas que vayan acorde a las necesidades de nuestra sociedad. No es la Iglesia la que debe beneficiarse solamente, sino también nuestra sociedad. El imperativo bíblico es llevar el mensaje de salvación al mundo, pero en sí mismo, debemos comprometernos a participar de todos aquellos debates que enfrente la sociedad de una manera seria y directa.
Dejo planteado el desafío para quizás convocar a un conversatorio en éste sentido. Sería bueno poder reunirse de manera bien intencionada para reflexionar en torno a esta materia y estos desafíos.
Dios les bendiga