Tuesday, May 17, 2011

Volver al pasado

“Esas son cosas del pasado, imágenes borrosas de lo que estaba por venir”.

Carta a los Colosenses 2, 17

(Traducción Palabra de Dios para Todos)

¿Cuántas veces hemos mirado al pasado tratando de hacer que nuevamente esté presente en nuestras vidas? ¿Cómo edificar un futuro si no somos capaces del mirar el pasado? Ambas preguntas son de suyo una realidad y una constante tensión en el ser humano. Esta también era la realidad de la Iglesia primitiva.

Cuando Pablo escribe estas palabras, lo hace de manera apologética. Está lidiando con aquellos que tratan de hacer volver a los creyentes gentiles a antiguas maneras de entender la fe. Por un lado, los judaizantes (cristianos-judíos) que tratan de circuncidar a los creyentes para hacerlos partes de la nación de Israel y obligarles a guardar las leyes de Moisés; por otra, los creyentes de corte griego que tratan de interpretar a Cristo desde las sutilezas filosóficas de su tiempo.

¿Cuál es el problema de ambas posturas? Sencillamente el pasado. De allí que Pablo escriba: “Esas son cosas del pasado, imágenes borrosas de lo que estaba por venir” (Carta a los Colosenses 2, 17). Pablo en su concepción teológica cristiana, es capaz de asumir una nueva perspectiva de la fe en Yahvé a través de Jesucristo. Es capaz de mirar hacia la cruz y comprender que el pasado sólo fu una imagen borrosa. Fue necesaria, pero no era la realidad última.

En estos tiempos debemos pensar de igual manera. En la actualidad la iglesia cristiana, en particular el mundo pentecostal, está siendo conducido una vez más por aquello que creen ver en el pasado (léase Antiguo Testamento) lo más preciado del tesoro de Dios y sin embargo, no comprenden que después de Jesucristo, como realidad última de vida y esperanza para el ser humano, lo que es pasado debe ser interpretado a la luz del misterio de la muerte y resurrección del señor. En otras palabras, el Antiguo Testamento hoy representa el pacto que ha sido abolido para salvación del ser humano y reemplazado en Cristo.

Quizás alguno alegará sobre ciertas disposiciones que aparecen en el texto del A.T. A ellos puedo decirles que no todo lo que está escrito es, hoy por hoy, una realidad a aplicar. Esto es, debido que sólo podemos acatar aquellos principios generales y no culturales respecto del trato de Dios con el pueblo de Israel. De allí que es el mismo pablo que aboga por dejar de guardar fiestas, sacrificios, etc.

El pasado, muchas veces condena a quienes se esfuerzan por revivirlo. El mundo, al igual que Dios, a avanza. Es siempre un cambio continuo. Un devenir que se construye día a día. La relación con Dios jamás es pasado, siempre es un presente. Jesús dijo claramente que Dios no es un Dios de muertos sino de vivos. Volver al pasado es necesariamente morir a nuevas posibilidades.

Es en esta apertura que la Iglesia debe guardarse de aquellos que, aunque quizás con buenas intenciones, lo que hacen es inmovilizar el avance de la misión de la Iglesia. Cada tiempo necesita de nuevos aires, no de nuevas doctrinas ni revelaciones. Pero sí de una apertura en la interpretación, en las potencialidades de una hermenéutica más amplia, más cercana, incluso más humana. Esta posibilidad interpretativa debe no solo resguardar los principios de la revelación en torno a Jesucristo, sino también dar la posibilidad una relectura de los textos en cuanto palabra de Dios viva y desde una perspectiva básica: la fe.

Cada cuál, entonces, debe incorporar la palabra de Dios como una posibilidad de apertura para las nuevas generaciones. No es el pasado, la forma de ver el mundo desde el pasado que da la seguridad al nuevo mundo. Si Dios se hubiese quedado en el pasado, todavía estaríamos en una religión de sacrificios de carneros y machos cabríos, además de tener que acceder al perdón desde una salvación étnica: ser judíos.

Gracias a Dios que el pasado es eso: pasado. Queda atrás. Sirve para evitar errores pero que no tiene por qué evitar el avance y la apertura a nuevos horizontes de la misión de predicar el evangelio. Abramos la puerta hacia nuevas posibilidades a la luz de los principios de la Palabra de Dios y no de las formas.

Dios les bendiga.

Volver al pasado

“Esas son cosas del pasado, imágenes borrosas de lo que estaba por venir”.

Carta a los Colosenses 2, 17

(Traducción Palabra de Dios para Todos)

¿Cuántas veces hemos mirado al pasado tratando de hacer que nuevamente esté presente en nuestras vidas? ¿Cómo edificar un futuro si no somos capaces del mirar el pasado? Ambas preguntas son de suyo una realidad y una constante tensión en el ser humano. Esta también era la realidad de la Iglesia primitiva.

Cuando Pablo escribe estas palabras, lo hace de manera apologética. Está lidiando con aquellos que tratan de hacer volver a los creyentes gentiles a antiguas maneras de entender la fe. Por un lado, los judaizantes (cristianos-judíos) que tratan de circuncidar a los creyentes para hacerlos partes de la nación de Israel y obligarles a guardar las leyes de Moisés; por otra, los creyentes de corte griego que tratan de interpretar a Cristo desde las sutilezas filosóficas de su tiempo.

¿Cuál es el problema de ambas posturas? Sencillamente el pasado. De allí que Pablo escriba: “Esas son cosas del pasado, imágenes borrosas de lo que estaba por venir” (Carta a los Colosenses 2, 17). Pablo en su concepción teológica cristiana, es capaz de asumir una nueva perspectiva de la fe en Yahvé a través de Jesucristo. Es capaz de mirar hacia la cruz y comprender que el pasado sólo fu una imagen borrosa. Fue necesaria, pero no era la realidad última.

En estos tiempos debemos pensar de igual manera. En la actualidad la iglesia cristiana, en particular el mundo pentecostal, está siendo conducido una vez más por aquello que creen ver en el pasado (léase Antiguo Testamento) lo más preciado del tesoro de Dios y sin embargo, no comprenden que después de Jesucristo, como realidad última de vida y esperanza para el ser humano, lo que es pasado debe ser interpretado a la luz del misterio de la muerte y resurrección del señor. En otras palabras, el Antiguo Testamento hoy representa el pacto que ha sido abolido para salvación del ser humano y reemplazado en Cristo.

Quizás alguno alegará sobre ciertas disposiciones que aparecen en el texto del A.T. A ellos puedo decirles que no todo lo que está escrito es, hoy por hoy, una realidad a aplicar. Esto es, debido que sólo podemos acatar aquellos principios generales y no culturales respecto del trato de Dios con el pueblo de Israel. De allí que es el mismo pablo que aboga por dejar de guardar fiestas, sacrificios, etc.

El pasado, muchas veces condena a quienes se esfuerzan por revivirlo. El mundo, al igual que Dios, a avanza. Es siempre un cambio continuo. Un devenir que se construye día a día. La relación con Dios jamás es pasado, siempre es un presente. Jesús dijo claramente que Dios no es un Dios de muertos sino de vivos. Volver al pasado es necesariamente morir a nuevas posibilidades.

Es en esta apertura que la Iglesia debe guardarse de aquellos que, aunque quizás con buenas intenciones, lo que hacen es inmovilizar el avance de la misión de la Iglesia. Cada tiempo necesita de nuevos aires, no de nuevas doctrinas ni revelaciones. Pero sí de una apertura en la interpretación, en las potencialidades de una hermenéutica más amplia, más cercana, incluso más humana. Esta posibilidad interpretativa debe no solo resguardar los principios de la revelación en torno a Jesucristo, sino también dar la posibilidad una relectura de los textos en cuanto palabra de Dios viva y desde una perspectiva básica: la fe.

Cada cuál, entonces, debe incorporar la palabra de Dios como una posibilidad de apertura para las nuevas generaciones. No es el pasado, la forma de ver el mundo desde el pasado que da la seguridad al nuevo mundo. Si Dios se hubiese quedado en el pasado, todavía estaríamos en una religión de sacrificios de carneros y machos cabríos, además de tener que acceder al perdón desde una salvación étnica: ser judíos.

Gracias a Dios que el pasado es eso: pasado. Queda atrás. Sirve para evitar errores pero que no tiene por qué evitar el avance y la apertura a nuevos horizontes de la misión de predicar el evangelio. Abramos la puerta hacia nuevas posibilidades a la luz de los principios de la Palabra de Dios y no de las formas.

Dios les bendiga.

Friday, May 13, 2011

Si supiera dónde

“¡Ah, si supiera yo dónde encontrar a Dios!”.

Job 23, 3

(Traducción Nueva Versión Internacional)

¡Qué palabras más emotivas realiza Job! Estas se encuentran en su octavo discurso de lamentación por su situación. Está buscando consuelo, explicación, entendimiento y sobre todo justicia delante de su Dios. Pero no le encuentra en esa búsqueda. Se siente sólo. Los amigos se han alejado de él como amigos, más bien se han vuelto críticos, jueces sin piedad a la luz de su visión de justicia. Es aquí dónde estas palabras se hace realidad, en la soledad de la injusticia, de la prueba dirán otros.

¡Si supiera dónde encontrar a Dios! La respuesta parecería a la luz de nuestro tiempo muy obvia: en la iglesia. Pero, ¿es tan así? Allí radica mi reflexión y la crítica. ¿Somos como iglesia verdaderos representantes de dios en la tierra? ¿Somos embajadores, como dice Pablo, idóneos del mensaje de salvación a mundo? La respuesta podría ser lapidaria si uno quisiera, pero ¿es tan así? No. Cierto es que somos una Iglesia que tiene sus lunares en el mundo pero sí seguimos siendo, por la gracia de Dios, los embajadores de su palabra. Aun cuando, debemos entender, eso sí, que no siempre damos el mejor de los testimonios al mundo.

Se supone, al menos partamos desde esta base, que la misión está clara para la iglesia: haced discípulos. Pero muchas veces este no es el sentir de la iglesia en general. En los últimos años se ha producido un despertar de un movimiento bastante antiguo como son los restauracionistas que, a mi juicio, pretendiendo restaurar el ministerio profético han contribuido más a la división, propia de nuestro mundo, que a la unidad de la misma. Pero quizás esto no es tan grave, si hablamos del tipo de mensaje que se está predicando. Este mensaje no es sólo de sanidad o restauración, sino de una prosperidad que, a la luz del evangelio es falsa. La prosperidad evangélica es espiritual pues, lo puramente material, no es hacer tesoros en el cielo.

Es allí dónde uno se pregunta ¿dónde encontrar a Dios? En una reflexión anterior hable de la multiforme gracia de Dios expresada en las diferentes posibilidades de iglesias existentes a favor de la unidad. Pero no hablaba del qué predicamos. En esta gama de predicaciones vale la reflexión: Si supiera dónde encontrar a Dios.

Job busca a Dios desde la amargura de su situación. Los seres humanos siempre buscan a Dios, cuando deciden buscarle, desde su sufrimiento. Esta paradoja es interesante. Jamás se buscará a Dios desde el bienestar. ¿Cabe esto mismo para la iglesia? Pienso que sí. La Iglesia se vuelve a su Señor, Dios, desde la aflicción pero nunca desde la prosperidad.

¡Ah, si supiera yo dónde encontrar a Dios! Estas palabras resuenen en mis oídos como el clamor de Dios mismo cuando nos mira desde su trono. A veces, y no pocas, al mirar a nuestras iglesias desde fuera, pareciera que se busca más el mensaje que nos llene los oídos de bendición y promueva bienestar a todos. No gusta una reflexión seria, tranquila basada en la exposición de la misma boca de Dios. Si la palabra lleva a la reflexión e introspección y las almas de los oyentes se sienten tocadas por Dios mismo en cuanto nos colocan frente a la verdad divina y no sentimos ese fuego que hace estallar de gozo, entonces allí no estuvo Dios, no estuvo el espíritu de Dios. Se califica ese culto de frío, porque ya no está la presencia de Dios.

¡Ah, si supiera yo dónde encontrar a Dios! También hay creyentes que estudiando la palabra se sienten como Job: desamparados de Dios. Es aquí el gran misterio, Dios esta presente aun cuando no es posible encontrarle, sentirle. ¡Cuántas personas andan en busca de Dios, y no lo encuentran! Simplemente debemos comprender que cuando más deseamos buscar a Dios, nuestro esfuerzo será vano. ¿Por qué? Simplemente porque Dios ya nos buscó, nos halló y nos dio la más grande recompensa no merecida: la salvación desde su amor en Jesucristo.

¡Ah, si supiera yo dónde encontrar a Dios! Hoy lo sabemos: esta en su el amor de Jesucristo y en su revelación. Búscale allí en la intimidad y no en el bullicio de la vida. Búscale dónde jamás pensó encontrarle Elías, el gran profeta de Dios: en la calma de la intimidad. Sí sabemos dónde encontrarle, el tema es cómo escucharle. Eso será tema para otra reflexión.

Dios le bendiga.

Thursday, May 12, 2011

Unidad en la pluralidad

“Ustedes y yo luchamos por la misma causa”.

Carta a los Filipenses 1, 30

(Traducción Palabra de Dios para Todos)

Estas palabras del apóstol san Pablo son muy decidoras en un mundo en el cual la atomización de conocimiento, el individualismo y el egoísmo personal avanzan decididamente. A pesar de ello, el mundo trata por todos los medios de aunar a las personas. De allí que creamos, como humanidad, el concepto de “aldea global”. En ello los medios de comunicación tienen mucho que decir. Sin embargo, en una simple carta, un hombre es capaz de hablar de unidad con una simple línea: “ustedes y yo luchamos por la misma causa”.

Estas palabras son, en la actualidad, a mi modo de ver un gran mensaje para la causa del Evangelio en nuestro país. Todos deseamos que el reino de Dios se extienda, pero las aprehensiones respecto al hecho que no hay una uniformidad en los criterios y las formas hacen que, éste mensaje, se vea impedido de ser más efectivo aún.

Al dar una mirada a la historia del ministerio de Jesucristo, podemos encontrar un relato que habla de esa intolerancia religiosa en sus propios discípulos. Este episodio lo registra el evangelista y médico Lucas (Lc. 9, 49-50). En el, Lucas nos cuenta que Juan, el discípulo amado, el discípulo que será el anciano y que hablará del amor, en ese instante no estaba abogando por la unidad. Lucas nos refiere las palabras de Juan: “Maestro, vimos a alguien expulsando demonios en tu nombre y tratamos de impedírselo porque no era uno de nosotros” (Énfasis personal). Es interesante observar que la razón por la cual Juan y otros discípulos no querían que este exorcista expulsara demonios era simplemente: “…no era uno de nosotros”. En este contexto, debemos comprender que la multiforme gracia de Dios, como dice Pablo, es justamente eso: Multi-formas. Su gracia es manifestada a través de los mensajeros y por lo mismo, cada mensajero que es diferente en sí mismo, deberá, por razones obvias, proclamar la buena noticia de manera diferente. Lo que ocurre a nivel personal, es necesariamente lógico que ocurra a nivel de denominaciones cristianas. Si hay tantas, es porque así también es la forma en que la multiforme gracia de Dios se mostrará al mundo. La luz es necesaria mostrarla, pero si todos están empeñados en tratar que sea “su luz” la especial, terminaremos, como lamentablemente ocurre, apagando aquellas que sí pueden dar un gran resultado.

La unidad en el mensaje de Jesucristo jamás pasó por la uniformidad. Es justamente esta capacidad de Dios y también, a mi juicio, delegada al hombre, hace de la multiplicidad una cualidad extraordinaria para la difusión del mensaje cristiano. Ver las epístolas es un claro ejemplo de ello. Cada uno dio a conocer el misterio de Dios, pero lo hizo de manera diferente. En Pablo encontramos al teólogo-pastor. En Pedro, encontramos al pastor-teólogo. Aunque parezca un juego de palabras, la primera da el énfasis en las epístolas. Pablo anuncia y explica el misterio desde su posición de rabino. Su ilustración es la base de sus cualidades para desarrollar la doctrina cristiana en sus inicios. En cambio el apóstol Pedro, es primero pastor. Es el que sabe de traición y restauración por parte de Dios. Su reflexión es desde el ministerio pastoral para llegar a elementos teológicos profundos. Cada uno en su ámbito fue un pilar en el cual la iglesia naciente pudo encontrar sustento y apoyo para la labor encomendada por su Señor.

Para nosotros, cristianos del siglo XXI, este debe ser un tiempo de reflexión, introspección y análisis profundo. ¿Qué es lo importante en el reino de Dios? Cuando Pablo escribe a los Filipenses dice: "Ustedes y yo luchamos por la misma causa"(1:30) nos hace un llamado a la conciencia. Cuán diferente sería el reino de Dios si todos lo creyentes comprendiéramos que ninguno es "enemigo" del otro sino que todos compartimos el mismo anhelo: que todos conozcan la buena noticia de salvación. En este sentido, el deber de todos, como miembros del cuerpo de Cristo, debe darse en términos de una relación de comunión y apoyo a quienes dedicas su tiempo y vida al servicio de la causa de Cristo. Tu y yo, todos luchamos por la misma causa.

Dios les bendiga

Unidad en la pluralidad

“Ustedes y yo luchamos por la misma causa”.

Carta a los Filipenses 1, 30

(Traducción Palabra de Dios para Todos)

Estas palabras del apóstol san Pablo son muy decidoras en un mundo en el cual la atomización de conocimiento, el individualismo y el egoísmo personal avanzan decididamente. A pesar de ello, el mundo trata por todos los medios de aunar a las personas. De allí que creamos, como humanidad, el concepto de “aldea global”. En ello los medios de comunicación tienen mucho que decir. Sin embargo, en una simple carta, un hombre es capaz de hablar de unidad con una simple línea: “ustedes y yo luchamos por la misma causa”.

Estas palabras son, en la actualidad, a mi modo de ver un gran mensaje para la causa del Evangelio en nuestro país. Todos deseamos que el reino de Dios se extienda, pero las aprehensiones respecto al hecho que no hay una uniformidad en los criterios y las formas hacen que, éste mensaje, se vea impedido de ser más efectivo aún.

Al dar una mirada a la historia del ministerio de Jesucristo, podemos encontrar un relato que habla de esa intolerancia religiosa en sus propios discípulos. Este episodio lo registra el evangelista y médico Lucas (Lc. 9, 49-50). En el, Lucas nos cuenta que Juan, el discípulo amado, el discípulo que será el anciano y que hablará del amor, en ese instante no estaba abogando por la unidad. Lucas nos refiere las palabras de Juan: “Maestro, vimos a alguien expulsando demonios en tu nombre y tratamos de impedírselo porque no era uno de nosotros” (Énfasis personal). Es interesante observar que la razón por la cual Juan y otros discípulos no querían que este exorcista expulsara demonios era simplemente: “…no era uno de nosotros”. En este contexto, debemos comprender que la multiforme gracia de Dios, como dice Pablo, es justamente eso: Multi-formas. Su gracia es manifestada a través de los mensajeros y por lo mismo, cada mensajero que es diferente en sí mismo, deberá, por razones obvias, proclamar la buena noticia de manera diferente. Lo que ocurre a nivel personal, es necesariamente lógico que ocurra a nivel de denominaciones cristianas. Si hay tantas, es porque así también es la forma en que la multiforme gracia de Dios se mostrará al mundo. La luz es necesaria mostrarla, pero si todos están empeñados en tratar que sea “su luz” la especial, terminaremos, como lamentablemente ocurre, apagando aquellas que sí pueden dar un gran resultado.

La unidad en el mensaje de Jesucristo jamás pasó por la uniformidad. Es justamente esta capacidad de Dios y también, a mi juicio, delegada al hombre, hace de la multiplicidad una cualidad extraordinaria para la difusión del mensaje cristiano. Ver las epístolas es un claro ejemplo de ello. Cada uno dio a conocer el misterio de Dios, pero lo hizo de manera diferente. En Pablo encontramos al teólogo-pastor. En Pedro, encontramos al pastor-teólogo. Aunque parezca un juego de palabras, la primera da el énfasis en las epístolas. Pablo anuncia y explica el misterio desde su posición de rabino. Su ilustración es la base de sus cualidades para desarrollar la doctrina cristiana en sus inicios. En cambio el apóstol Pedro, es primero pastor. Es el que sabe de traición y restauración por parte de Dios. Su reflexión es desde el ministerio pastoral para llegar a elementos teológicos profundos. Cada uno en su ámbito fue un pilar en el cual la iglesia naciente pudo encontrar sustento y apoyo para la labor encomendada por su Señor.

Para nosotros, cristianos del siglo XXI, este debe ser un tiempo de reflexión, introspección y análisis profundo. ¿Qué es lo importante en el reino de Dios? Cuando Pablo escribe a los Filipenses dice: "Ustedes y yo luchamos por la misma causa"(1:30) nos hace un llamado a la conciencia. Cuán diferente sería el reino de Dios si todos lo creyentes comprendiéramos que ninguno es "enemigo" del otro sino que todos compartimos el mismo anhelo: que todos conozcan la buena noticia de salvación. En este sentido, el deber de todos, como miembros del cuerpo de Cristo, debe darse en términos de una relación de comunión y apoyo a quienes dedicas su tiempo y vida al servicio de la causa de Cristo. Tu y yo, todos luchamos por la misma causa.

Dios les bendiga

Monday, May 09, 2011

"No saben interpretar"

“¿cómo es que no saben interpretar lo que está pasando en estos tiempos?“.

Lucas 12, 56

(Traducción Palabra de Dios para Todos)

Los tiempos que vivimos son épocas de inestabilidad e incertidumbre. Muchos cristianos están temerosos de que el presente y, en particular, el futuro sean una imagen calcada al libro de apocalipsis. Con mucha frecuencia se escucha la necesidad que planeta la iglesia en torno a poder explicarse los tiempos que se viven. La imagen de una destrucción total inunda los corazones de muchos que se dice conocedores de la escritura.

El texto que nos propone el evangelista Lucas, se circunscribe en una narración que es bastante dura en el discurso de Jesús. La radicalidad del lenguaje y las figuras que ocupa el Señor, son dramáticas. Por un lado, antes del verso en cuestión, Jesús mismo dice que él no ha venido a traer paz. Esto, de suyo es provocativo. La inferencia clásica es que su mensaje traerá disputas entre las familias y las personas que las componen. De allí que la pregunta “¿cómo es que no saben interpretar lo que está pasando en estos tiempos?”, es síntoma de distracción.

La ilustración que ocupa Jesús está en directa relación una palabra: interpretación. Para interpretar es necesario tener algo que interpretar. No hay interpretación posible si no hay comunicación o señales que se deban interpretar. El acto hermenéutico de interpretación siempre está dado por el que oye, lee u observa algo que se le propone. Tan necesaria es la interpretación, sobre todo en el ámbito bíblico, que cada cuál puede encontrar base a sus propias opiniones o visiones de mundo. Pero la gran pregunta que debe ocuparnos es: con qué metodología interpretaremos.

Jesús en su ilustración, que muy bien nos evoca Lucas, ocupa la sabiduría popular como metodología para la interpretación cuando dice:

“…cuando ustedes ven una nube que viene del occidente, dicen: ‘lloverá’, y muy pronto empieza a llover. Cuando sopla el viento del sur, ustedes dice: ‘hará mucho calor’, y pronto empieza a hacer calor” (versión PDT).

Es lógico pensar que para Jesús las gentes - “multitud” - están preparadas para discernir los tiempos. ¿Qué tiempos? El contexto lucano nos remite al tiempo del reino de Dios. El tiempo que ellos, la multitud no puede, o mejor dicho, no quiere ver son los tiempos de la visitación de Dios en Jesús, su Mesías. Por ello, la crítica tan ácida de Jesús: “¡Hipócritas!… ¿cómo es que no saben interpretar lo que está pasando en estos tiempos?”. Es evidente que los tiempos a los cuáles hace referencia Jesús son sus propios tiempos, su época.

Ahora bien, ¿qué pasa en nuestros tiempos? Quizás como nunca estamos asistiendo a una apertura en las posibilidades de interpretación del texto bíblico. Más aun, en la iglesia pentecostal actual se están viviendo procesos nuevos. La tensión permanente entre el pasado y el presente es una condicionante para la lectura de la Biblia.

La Iglesia, en la actualidad, se ha sometido a una verdadera tiranía de los “profetas”. El gran tema en cuestión son los innumerables terremotos que han acudido al mundo. Cada cuál asume una postura interpretativa de los sucesos. Los tiempos del fin se acercan y muchos temen que esta realidad se concrete. Sin embargo, creo que no estamos interpretando “nuestros tiempos”.

En las culturas antiguas se tenía una mejor noción en cuanto a la interpretación de nuevas etapas de cambio. Para ellos, con sus respectivos “mithos”, se dieron a la tarea de la interpretación de sus propios tiempos. La cultura postmoderna también trata de leer sus tiempos. La iglesia no está ajena a esta posibilidad de interpretación y, ve con ojos saltones, cómo debe interpretar su propio tiempo. Pero en cuestión de análisis interpretativo, la vida continúa y cada posibilidad ha sido sólo eso, una apertura a la posibilidad de interpretar “nuestros tiempos”.

Como nunca estaremos en el futuro asistiendo a muchas corrientes extremistas de interpretación. La mayoría de ellas son de corte fatalista: viene el juicio. Jesús le señala a sus contemporáneos que ellos son ¡Hipócritas! En otras palabras, ponen caretas a la posibilidad cierta de interpretar sus tiempos en torno al mensaje de Jesucristo.

En nuestros días, más que el mensaje del Señor, más que la enseñanza de Jesucristo, lo que tiene a la iglesia preocupada son los “terribles” sucesos que están por suceder. ¿Cómo si nunca han sucedido? Hoy no deseamos centrarnos en el mensaje renovador y restaurador de cambio que trae el evangelio. Más bien se desea saber el “tiempo y las edades” para discernir. No miramos al otro ni al semejante ni al mensaje. Miramos a los mayas, a los astrónomos, a los astrólogos y a un sin cuanto hay de “profetas” que andan por el mundo discerniendo los tiempos.

Es igualmente preocupante la falta de una interpretación de los tiempos actuales sin una metodología clara y saltándose la palabra como guía. Así como en tiempos de Jesús, creo que estamos perdiéndonos en la oscuridad de los sucesos y no siendo la luz que se necesita para aclarar y guiar a nuestros hermanos. Todos queremos que el Señor venga pronto, pero sí eso deseamos ¿por qué nos extrañan tanto estos sucesos? No se supone que esto debería ocurrir. ¿Por qué la iglesia está temerosa del tiempo presente, si se supone que cuando venga el Señor, a buscar a su iglesia, estos sucesos son los que deben ocurrir y por ende la iglesia, la novia debería estar feliz y dichosa de que el mayor acontecimiento esté tan cerca?

Volvamos a la escritura y a la esperanza del mensaje de salvación y cambio que nos propone el Señor. Dejemos que el tiempo siga su curso inevitable según los designios de Dios. Aumentemos la expectativa de gozo y no de temor en cuando leemos, si es correcto interpretar así, que estamos cerca del fin. No seamos hipócritas que decimos “ven Señor” y estamos muertos de miedo ante tal hermoso suceso. Ayúdanos Señor a buscarte más a ti y tu mensaje que las “señales de nuestro mundo”.

El Señor les bendiga.

Cómo vivir en la comunidad cristiana

Texto: Hechos cap. 15

El libro de los hechos, escrito por Lucas, nos plantea la vida de la Iglesia primitiva y cómo esta se fue desarrollando y extendiendo.

Si bien Lucas no pretende ser un historiador moderno, sino uno propio de su época, el relato del Libro de los Hechos es mucho más que Pentecostés, mucho más que la vida de Pedro o Pablo; es la administración del Espíritu santo en medio de su pueblo.

Pudiera parecer que todo es un ideal, como muchos han querido ver. Sin embargo, la vida de la iglesia primitiva tiene mucho en común con la de nuestros tiempos. No en lo que a conocimiento científico se refiere, o bien, a lo tecnológico. Sino, más bien, a las características propias de una comunidad cristiana compuesta por individuos, hombre y mujeres, que sienten, viven y se expresan de manera diferente. La diversidad de la iglesia primitiva es un buen ejemplo de ello.

A la luz del presente texto leído, analizaremos cinco etapas de cómo una iglesia debe resolver sus conflictos…

1. Primera etapa: Comprender que la toda iglesia enfrentará conflictos (v.2a)

a. En el relato el conflicto es muy serio: “cómo se es salvo”.

i. Habían dos posturas:

1. La Iglesia Jerosolimitana que planteaba que la salvación era por la fe en Jesucristo y “mediante la circuncisión”.

2. La Iglesia gentil que asumía que la salvación sólo es por la fe en Jesucristo.

b. Esto provocó un conflicto que Lucas describe como:

i. Discusión, “stásis”, que se refiere a ´tener una posición en cuanto a la existencia. De allí, controversia.

ii. Contienda, “suzétesis”, habla de preguntarse mutuamente discutiendo.

iii. Por esto, Lucas define este altercado como “no pequeño”.

2. Segunda etapa: iniciar el proceso de solución del conflicto (v.2b)

a. Producto del altercado anterior, se decidió por parte de la Iglesia de Antioquía que viajarán a Jerusalén Pablo y Bernabé y “algunos creyentes”.

b. Nadie quedó excluido, había representación de todos los estamentos.

c. Viajaron donde hasta la instancia donde debía verse el tema: a Jerusalén. Esta era la capital religiosa del cristianismo primitivo.

d. En esta ciudad estaba Pedro, Santiago, el hermano del Señor y otros líderes de la Iglesia.

3. Tercera etapa: presentación del problema y su análisis

a. Lucas nos dice que la Iglesia cristiana de Jerusalén estaba compuesta por cristiano de la “secta” de los fariseos.

i. Secta, “jáiresis”, de allí deriva la palabra herejía, y tiene el sentido de elección, alternativa.

ii. Ellos se levantaron y dieron su opinión y dijeron: “es necesario circuncidar a los gentiles y exigirles que obedezcan la ley de Moisés” (v.5, NVI).

b. Luego es Pedro el que toma la palabra… (v.6-11)

i. En este discurso el apóstol Pedro describió su propia experiencia.

ii. No hablo de “oídas”, que es nefasto para la solución de los problemas.

iii. Él entrega pautas teológicas potentes sobre Dios:

a. Dios es soberano y elige sus siervos (v.7)

b. Dios es omnisciente – todo lo conoce - del corazón humano (v.8a)

c. Dios es el que acepta a los pecadores a su comunión dándoles de su Espíritu santo (v.8b)

d. Dios no hace acepción de personas (v.9)

e. Dios es el que por su Santidad, purifica los corazones humanos por la fe (v.9)

f. Dios no puede ser provocado (v.10)

g. Dios da la Salvación por Gracia en Jesucristo (v.11)

iv. La reacción, ante la profundidad del argumento, Lucas la describe diciendo: “Toda la asamblea guardó silencio”. (v.12)

v. Esto dio paso a los testimonios de Bernabé y Pablo.

1. Interesante que Bernabé se nombre primero. Y es que debe ser así. Bernabé es un creyente más antiguo que Pablo en la Iglesia cristiana.

2. Ellos contaron sobre:

a. Las señales, “seméion”, algo sobrenatural con implicancias ceremoniales. De allí milagro. Esto se refiere a un evento de carácter divino.

b. Los prodigios, “terás”, habla de augurio, maravillas.

c. Esto entre los gentiles, etnos”, raza, generalmente aplicado a un no judío.

c. Finalmente habló Santiago (Jacobo), el hermano del Señor (v.13)

4. Cuarta etapa: Llegar a un consenso (v.22)

a. Lucas nos dice que los apóstoles, ancianos y toda la iglesia…

i. Estas son las autoridades…

ii. Llegaron a un “común acuerdo”, la palabra griega es dokeo, habla de pensar para llegar a un parecer. De allí considerar algo, una propuesta.

b. Es interesante este verbo, pues plantea que para encontrar soluciones correctas y que el Espíritu santo sea partícipe de las decisiones (v.28) se debe pensar tranquilamente el camino correcto.

c. Los concilios en el primer siglo no eran reuniones de negocios en que se debía resolver los asuntos en cuestión de horas. Normalmente podían durar, dependiendo del tema a tratar, hasta años. Lucas no nos da una relación de tiempo, pero es de suponer que al tener que redactar la resolución, este concilio al menos tomo varios días.

d. Para que un consenso se dé satisfactoriamente, ambas partes deben saber que tendrán que ceder en sus posiciones.

i. Los cristianos judíos, debieron entender que no era necesario circuncidarse.

ii. Los cristianos gentiles, debieron entender que debían abstenerse de algunas acciones como: comer de lo ofrecido a los ídolos, de sangre, de la carne de animales estrangulados y de la inmoralidad sexual (NVI- v.29)

5. Quinta etapa: comunicar las decisiones a todos los involucrados (v.23)

a. Los líderes de la Iglesia comprendieron que es imposible que las resoluciones que emanen de una resolución de conflictos puedan ser acatadas por todos si estas no se comunican.

b. De allí que es importante comunicarlas de manera formal, por escrito. Esa es la única prueba que permite a todos evaluarse ante nuevas actitudes o interpretaciones futuras.

c. La paz solo se logra cuando todos son informados.

Dios les bendiga