Friday, May 13, 2011

Si supiera dónde

“¡Ah, si supiera yo dónde encontrar a Dios!”.

Job 23, 3

(Traducción Nueva Versión Internacional)

¡Qué palabras más emotivas realiza Job! Estas se encuentran en su octavo discurso de lamentación por su situación. Está buscando consuelo, explicación, entendimiento y sobre todo justicia delante de su Dios. Pero no le encuentra en esa búsqueda. Se siente sólo. Los amigos se han alejado de él como amigos, más bien se han vuelto críticos, jueces sin piedad a la luz de su visión de justicia. Es aquí dónde estas palabras se hace realidad, en la soledad de la injusticia, de la prueba dirán otros.

¡Si supiera dónde encontrar a Dios! La respuesta parecería a la luz de nuestro tiempo muy obvia: en la iglesia. Pero, ¿es tan así? Allí radica mi reflexión y la crítica. ¿Somos como iglesia verdaderos representantes de dios en la tierra? ¿Somos embajadores, como dice Pablo, idóneos del mensaje de salvación a mundo? La respuesta podría ser lapidaria si uno quisiera, pero ¿es tan así? No. Cierto es que somos una Iglesia que tiene sus lunares en el mundo pero sí seguimos siendo, por la gracia de Dios, los embajadores de su palabra. Aun cuando, debemos entender, eso sí, que no siempre damos el mejor de los testimonios al mundo.

Se supone, al menos partamos desde esta base, que la misión está clara para la iglesia: haced discípulos. Pero muchas veces este no es el sentir de la iglesia en general. En los últimos años se ha producido un despertar de un movimiento bastante antiguo como son los restauracionistas que, a mi juicio, pretendiendo restaurar el ministerio profético han contribuido más a la división, propia de nuestro mundo, que a la unidad de la misma. Pero quizás esto no es tan grave, si hablamos del tipo de mensaje que se está predicando. Este mensaje no es sólo de sanidad o restauración, sino de una prosperidad que, a la luz del evangelio es falsa. La prosperidad evangélica es espiritual pues, lo puramente material, no es hacer tesoros en el cielo.

Es allí dónde uno se pregunta ¿dónde encontrar a Dios? En una reflexión anterior hable de la multiforme gracia de Dios expresada en las diferentes posibilidades de iglesias existentes a favor de la unidad. Pero no hablaba del qué predicamos. En esta gama de predicaciones vale la reflexión: Si supiera dónde encontrar a Dios.

Job busca a Dios desde la amargura de su situación. Los seres humanos siempre buscan a Dios, cuando deciden buscarle, desde su sufrimiento. Esta paradoja es interesante. Jamás se buscará a Dios desde el bienestar. ¿Cabe esto mismo para la iglesia? Pienso que sí. La Iglesia se vuelve a su Señor, Dios, desde la aflicción pero nunca desde la prosperidad.

¡Ah, si supiera yo dónde encontrar a Dios! Estas palabras resuenen en mis oídos como el clamor de Dios mismo cuando nos mira desde su trono. A veces, y no pocas, al mirar a nuestras iglesias desde fuera, pareciera que se busca más el mensaje que nos llene los oídos de bendición y promueva bienestar a todos. No gusta una reflexión seria, tranquila basada en la exposición de la misma boca de Dios. Si la palabra lleva a la reflexión e introspección y las almas de los oyentes se sienten tocadas por Dios mismo en cuanto nos colocan frente a la verdad divina y no sentimos ese fuego que hace estallar de gozo, entonces allí no estuvo Dios, no estuvo el espíritu de Dios. Se califica ese culto de frío, porque ya no está la presencia de Dios.

¡Ah, si supiera yo dónde encontrar a Dios! También hay creyentes que estudiando la palabra se sienten como Job: desamparados de Dios. Es aquí el gran misterio, Dios esta presente aun cuando no es posible encontrarle, sentirle. ¡Cuántas personas andan en busca de Dios, y no lo encuentran! Simplemente debemos comprender que cuando más deseamos buscar a Dios, nuestro esfuerzo será vano. ¿Por qué? Simplemente porque Dios ya nos buscó, nos halló y nos dio la más grande recompensa no merecida: la salvación desde su amor en Jesucristo.

¡Ah, si supiera yo dónde encontrar a Dios! Hoy lo sabemos: esta en su el amor de Jesucristo y en su revelación. Búscale allí en la intimidad y no en el bullicio de la vida. Búscale dónde jamás pensó encontrarle Elías, el gran profeta de Dios: en la calma de la intimidad. Sí sabemos dónde encontrarle, el tema es cómo escucharle. Eso será tema para otra reflexión.

Dios le bendiga.