“La finalidad de esta advertencia es alentar el amor que procede de un
corazón puro…”
Primera Timoteo 1, 5
(Traducción Biblia de América)
Es de uso corriente usar estas cartas pastorales como de
autoría paulina siendo que en sí mismas distan bastante en cuanto a contenido,
lenguaje y giros idiomáticos de ser de mano del apóstol Pablo. Sin embargo y
dicho esto, su contenido nos muestran de manera fehaciente cómo eran las
comunidades y las problemáticas que sucedían en aquel tiempo, ya más alejado de
la primara comunidad cristiana y que tiene que enfrentar el segundo siglo.
No haré una exégesis del mismo, dado que no es la función de
estas reflexiones. Sin que eso signifique que de no requerir, utilice este
recurso para apoyar estas reflexiones. la comunidad aquí representada es una
comunidad en conflicto que necesita de líderes de una mejor y mayor preparación
de sus predecesores. No en el sentido estricto del conocimiento, pues nadie
podría negar la capacidad teológica de Pablo, la narrativa histórica de Lucas,
o bien, la sapiencia pastoral de Pedro que manifiesta en sus cartas. Sin
embargo, la experiencia nos dice que cada generación necesita de líderes
emergentes para continuar la misión de la Iglesia, pero que sean capaces de
comprender su mundo y las contingencias que en el suceden.
El autor está convencido que es necesario tener líderes
preparados para asumir esta funciones. Es la única manera en que ve el cómo hacer
frente a quienes están tratando de influir en la iglesia a través de nuevas doctrinas.
Las palabras que utiliza el autor es con el fin de prevenir que “no presten atención” (mëde prosechein)
en el sentido de ser cuidadosos, “no todo es tan así” podríamos decir. Su afán
es que no hagan caso de los Muthois, que se traduce por fábulas, pero que cuya
connotación es más amplia. Nos denota un habla, una narración, una historia, una
falsedad. En otras palabras, aquellos que otros traen y no se ajusta a la
doctrina de la Iglesia.
Cómo ayer, hoy también debemos aclamar la misma sentencia:
¡no presten atención! Sin embargo, pareciera que esta advertencia no es más que
un grito en el desierto. Debemos hacernos cargo de la vida de la Iglesia, y no
hablo solamente de aquella comunidad local, sea grande o pequeña, sino de la
Iglesia del Señor que debe y da testimonio en éste mundo. Como ayer, hoy hay
quienes desean sacar provecho de su condición de liderazgo, sin entender que es
la comunidad el sentido de todo ejercicio del poder eclesiástico.
Hoy nos haría bien ir a la simpleza de la lectura bíblica que
nos dará una sanidad en cuanto a la lectura de la misma. Aboguemos por que
tengamos líderes capacitados bíblica, teológica y hermenéuticamente para el
bien de la Iglesia. Pero quizás lo que más debiésemos tener en cuenta es que la
verdad está no en la interpretación personal, sino en la histórica de la
Iglesia en cuanto a su doctrina más pura. Posibilidades hay muchas de
interpretación, pero al menos, nosotros los laicos, exijamos que nuestros
predicadores, sean éstos pastores o laicos, utilicen una metodología que, al
menos, permitan la edificación y la orientación de los fieles y nos dejen a nosotros
sacar nuestras propias conclusiones de los escuchado.
Esta advertencia Bíblica, a la comunidad histórica, es
plenamente vigente hoy, Debemos mirar a la salud de la Iglesia. Aumentar ese
amor puro en la comunidad. Ese amor que no tiene envidias, ni rencores, ni
deseos impuros de poder. A mi juicio la única manera de volver a ello es instruyendo
al liderazgo en seminarios serios y, por
sobre todo, orientados a la reflexión contemporánea. Estamos en la Iglesia del
siglo XXI. Lideremos ésta Iglesia y no la primitiva que ya hizo su contribución
al reino de Dios.
Dios
les bendiga.