El gran debate sobre la Educación.
Por Eduardo Neira M.
Hace ya bastante tiempo que venimos escuchando sobre la
necesidad de reformar la calidad de la educación en nuestro país. Todos han participado
en el debate: gobierno, partidos políticos, iglesias, padres y apoderados y,
evidentemente, los estudiantes. No ha sido un debate fácil y, aun así, hay
diferentes posturas y posibilidades. Sin embargo, deseo entrar en un debate que
no hemos tenido al interior de las Iglesias ni seminarios, ¿qué de la educación
teológica en el mundo evangélico?
El mundo ha cambiado muy rápidamente y, los seminarios han congelado
sus mallas y su visión de mundo y, más aún, la visión de a quienes deben formar
y cómo deben hacerlo. Si bien es cierto, una de las principales motivaciones de
la creación de seminarios e instituciones teológicas fue la de proveerse a sí
mismos de sus líderes y pastores para la misión; hoy en día necesitamos, a mi
juicio, reformular los programas educativos con un visión más amplia. No sólo
formar pastores o líderes, sino formar también pensadores laicos para influir
en la sociedad actual a través de una mirada directa y reflexiva, a fin de ser
un aporte a la sociedad.
En esta perspectiva, los laicos en la actualidad son un
recurso fundamental en la vida de la Iglesia y la influencia en la sociedad.
Estamos en el siglo XXI y aunque parezca obvio, las condiciones y desafíos para
las denominaciones y para los cristianos evangélicos es cada vez mayor. Aun cuando
es comprensible esa necesidad de mantener las doctrinas y visiones de mundo de
las denominaciones, estas ya no responden a las necesidades de nuestra sociedad
actual que demanda, desde el cristianismo, respuestas a los desafíos y
problemas que tenemos en nuestro país.
De allí es necesario enfrentar la formación de teólogos y no
sólo pastores que desde una perspectiva crítica puedan abordar las problemáticas
actuales y poder opinar a través de la escritura de libros las diversas miradas
del acontecer eclesiástico y cotidiano de nuestra sociedad. Cada día aparecen
nuevas leyes y avanzamos a una sociedad similar en sus valores a las de la
primera época del cristianismo. No es nueva ésta situación y, sin embargo,
pareciera que los diferentes actores eclesiásticos rajan vestiduras como si
estuvieran pasando cosas nuevas y que no han sido o, al menos, visualizados en
el mismo texto bíblico.
Es un imperativo para
los seminarios e instituciones teológicas mirar sus motivaciones y, por sobre
todo, visualizar el tipo de laico o pastor, líder o pensador que debe formar
para las exigencias del siglo XXI. Las mallas actuales deben promover el diálogo,
la reflexión y el quehacer práctico de
todos, no sólo en la iglesia sino también en la sociedad. Esto nos impone a
todos los que trabajamos en docencia un esfuerzo por modificar y plantear
nuevas mallas que vayan acorde a las necesidades de nuestra sociedad. No es la
Iglesia la que debe beneficiarse solamente, sino también nuestra sociedad. El
imperativo bíblico es llevar el mensaje de salvación al mundo, pero en sí
mismo, debemos comprometernos a participar de todos aquellos debates que
enfrente la sociedad de una manera seria y directa.
Dejo planteado el desafío para quizás convocar a un
conversatorio en éste sentido. Sería bueno poder reunirse de manera bien
intencionada para reflexionar en torno a esta materia y estos desafíos.
Dios
les bendiga